Recuerdo verlo distante e imponente en mi niñez. Era el abuelo con el que menos compartí en mi vida ya que el tenía una nueva familia después de divorciarse de mi abuela.
Las interacciones con él dependían de mi conocimiento en lo que no conocía y por tanto eran raras y poco “significativas”.
Todo cambió drásticamente hace poco que empezó su enfermedad llamada Alzheimer. Hoy pasó a ser el abuelo del asombro, el que me regaló mi libro especial de los 50 años del Principito hoy me enseña con su vida a creer y dar espacio al hermoso asombro en la vida.
Ya no necesito saber de las ultimas tendencias de marketing, ahora para estar con él tengo que estar consciente de sonreírle y darle un beso, es más importante los pájaros que están pasando y el atardecer. Su sabiduría es más grande al haber olvidado el conocimiento teórico humano. En el hoy la sabiduría de disfrutar las sensaciones es más reconfortante, prefiero y atesoro este momento con mi abuelo asombro.
Me enseña que no es importante que él (y los otros) sepan exactamente quién soy y qué está pasando en mi vida para demostrar cariño. Hoy es importante ver y disfrutar el mundo con él, como siempre debió ser.
Tengo la suerte de tener un nuevo Principito en mi vida, no es necesario que siempre esté, me esta enseñando mucho desde su nuevo asteroide y espero que siempre pueda verlo allá como lo veo aquí durante la pandemia, un Principito feliz, en su ancianato disfrutando de escribir, escuchar música, comer, bailar, cosechar alimentos, cantar Frank Sinatra y golosinear. Te quiero mucho abuelito asombro, gracias por enseñarnos tanto sobre los ciclos de la vida y lo realmente importante viendo desde el corazón.